Buenas tardes.
Día 35 de confinamiento. Vengo a contar cómo lo estoy llevando yo. Bastante mal ya os lo adelanto. Es una situación complicada a todos los niveles, antes de esto tenía días donde apenas pasaba por casa ni para comer... Clase, entrenamientos, viajes a competir, visitas rápidas a mis amigos y familia (si es que me daba tiempo) y de repente, de un día para otro, todo eso cambia al 100%.Las clases en vez de ser compartidas con 25 personas son sentadas en el sillón haciendo trabajos a través de un ordenador. Los entrenamientos en vez de ser al aire libre y con otras 20 personas, son encerrados en una casa donde la única forma de que se haga ameno estar 40 minutos encima de una bicicleta estática o de un elíptica, es poniéndote una serie en Netflix. Los viajes más divertidos que haces son al supermercado, donde lo único que ves es gente con mascarillas, guantes y alejándose de ti a 4 metros, lo que me parece lógico y responsable (yo también lo hago) pero es duro. Las relaciones sociales son a través de una pantalla, la cual muchas veces prefiero evitar para aislarme un poco de las noticas actuales. Por lo tanto, cambió absolutamente todo.
Esta cuarentena la estoy pasando con mis padres. Mi padre trabajaba de lunes a viernes y no comía nunca en casa, mi madre no cambió su rutina ya que sigue trabajando y yo me vine a Coruña desde Lugo, que es donde vivo. Esto significa que el tiempo que estamos pasando los tres juntos es el cuádruple del que podíamos pasar antes, esto intento verlo como la parte buena de la situación que estamos viviendo. Aunque cualquier día me tiran por la ventana 😆.
Intento marcarme una rutina a pesar de que es complicado seguirla. Es todo muy monótono y las opciones siempre son las mismas. Hago deporte una o dos veces al día, veo series, hago puzzles, leo, cocino... Aunque parezcan muchas cosas, al décimo día ya se quedan cortas. Imaginaos a los 30 días...
Ahora vengo a ser algo más positiva, creo que esta situación nos está enseñando muchas cosas. Entre ellas a ver que lo que estaba muy lejos, en paises subdesarollados y con economías muy pobres, ahora lo tenemos aquí. A ver que las enfermedades no entienden de dinero ni de clase social. Que las cosas simples y cotidianas son las más necesarias. La importancia de solidarizarnos con el de al lado. Aprender que todos los trabajos son igual de válidos y necesarios. Y sobre todo a disfrutar de lo que vivimos y de lo que hacemos, porque nunca sabemos cuando se va a acabar. El 90% de las personas, cuando esto acabe, no se va a ir de compras o de viaje, se va a ir a tomar un café con sus amigos o a una comida familiar con sus abuelos. No sé si me equivoco, pero por lo menos yo, es lo que voy a hacer.
Un saludo.
viernes, 17 de abril de 2020
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